jueves, 6 de diciembre de 2012

¿Somos aptas para la felicidad?


Existen muchos chistes sobre lo difícil que es comprender a las mujeres, y otros más sobre lo utópico que es tratar de hacerlas felices. Como son chistes elaborados por hombres, dejaremos de lado el detalle machista oculto tras este tema, para ir a lo principal: ¿es muy difícil para las mujeres ser felices?

Comencemos por definir a qué le llamamos felicidad. Si la relacionamos con un estado permanente en el que todo es perfecto, pues sí, es inalcanzable, pero sería igual para un hombre o para una mujer. Por otro lado, si tenemos en claro que la felicidad no es un estado ni una condición, sino esos pequeños momentos que nos alegran la vida y que tienen, antes y después, grandes cantidades de momentos con tristezas, intrascendencia, preocupaciones, pequeñas alegrías, y todo cuanto hay en la vida, entonces creo que las mujeres, todo lo contrario, deberíamos ser más propensas a ser felices. ¿Por qué? Porque relacionamos mucho la felicidad con las personas que nos rodean o con el trabajo que tenemos.
En el primer caso, lo que en la adolescencia suele ser causa de grandes sinsabores y llanto interminable, en la madurez puede ser fuente de grandes satisfacciones: las relaciones con otras personas se estabilizan, llega la pareja, los hijos, la familia crece,  la relación con los amigos se hacen más fuertes, nos rodeamos de personas que nos proveen con cierta frecuencia alegrías que  alimentan nuestro espíritu, ya que su felicidad es la nuestra. Si estamos solas, pues también valoramos la independencia y libertad de movimiento y acción; generalmente nos reunimos con amigas y tenemos mucha actividad social. Si hay un esposo o compañero, pues lo mismo, nos avocamos a él y a compartir nuestro mundo con él. Si tenemos amistades, generalmente las cuidamos y apreciamos, y eso nos proporciona momentos agradables y experiencias que valoramos.
En el caso del trabajo, las que somos adictas a la labor bien cumplida andamos agotadas mañana, tarde y noche, pero nos acostamos contentas cuando por fin terminamos aquello que debíamos hacer y quedó bien hecho (aunque nadie lo reconozca), y eso  es un estímulo poderoso que alimenta nuestro ego y nos da una sensación interior de satisfacción, que podría considerarse una forma de felicidad.
¿Entonces por qué el chiste y toda esa fama de que es muy difícil hacer feliz a una mujer? Debo reconocer que, aunque no debiera ser así, con frecuencia las mujeres no siempre nos consideramos felices, y creo que es porque de una u otra forma, nuestra felicidad suele depender de algo o alguien, y eso complica nuestra posibilidad de disfrutar la vida y sentirnos felices.  Muchas veces se gastan en arrepentimientos estériles y rencores absurdos, en angustias innecesarias y sentimientos que no tienen ningún sentido ni beneficio para nadie.
Albert Einstein decía que “si quieres ser feliz, ata tu vida a una meta, a un objetivo, no a una persona, ni a un objeto", y ése es el gran error que cometemos, pues lo hacemos todo al revés. Entonces, la pregunta es: ¿tienes un objetivo en tu vida?
En esta etapa en que ya tenemos menos responsabilidades con otros podemos asumir más con una misma, es el momento perfecto para replantearnos nuestra obligación de ser felices haciendo todo aquello que nosotras queremos hacer, no por obligación sino por darnos gusto; no para satisfacer a otros sino para nosotras mismas: para desarrollar nuestro talento, para disfrutar nuestras capacidades, para explorar nuestras posibilidades, o para encontrar placer y disfrute en aprender, en intentar, en hacer.
Según los estudios, la mujer tiene una mayor capacidad para  experimentar con mayor intensidad  las emociones (excepto la ira), y si bien puede deprimirse más, también posee sentimientos positivos con mayor intensidad, así que aprovechemos esa particularidad y a gozar de la vida en tanto se pueda.
¡Vamos! Disfruta de tu familia, de tus amigos, de estar sana, de aprender cosas nuevas, de esos pequeños placeres que siempre postergamos (una rica cena, una buena película, un perfume por el que te vuelves loca), de hacer ejercicio (que es un estimulante de primer orden!!), del sexo (las endorfinas se disparan hasta la estratósfera y no te cuesta ni un sol), en fin, de todo aquello que te provea satisfacción y que si sigues postergando, tal vez luego no podrás hacer. No importa lo que no puedas hacer, concéntrate en lo que sí puedes y ve por ello!
La vida es hoy, no esperes a mañana para vivirla.

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