qué barbaridad… ¡recién lo hago!) del autor norteamericano John Gray. Esta obra publicada originalmente en 1992, con más de 70 ediciones en su haber hasta la fecha, fue un best seller en su momento y sigue siendo un libro de gran demanda, con una actualidad que sorprende, pese a los años que han transcurrido. El secreto debe ser que está basado en algo muy sencillo pero no menos interesante: las diferencias entre hombres y mujeres, tanto en sus percepciones de vida como de la relación de pareja.
Si bien el libro no es una maravilla en cuanto al estilo narrativo (para los lectores habituados puede parecer un tanto aburrido y repetitivo) tiene la ventaja de ser especialmente didáctico y sencillo de comprender. En pocas palabras, tomó un hecho conocido, aceptado y sufrido por todos, pero, y ésta a mi juicio es su principal virtud, le dio un análisis de aplicación directa y muchas recetas de efecto inmediato que ayudan a resolver diferencias cotidianas con bastante éxito. Tal vez no sea una gran novedad pero puede ser extremadamente beneficioso para quienes desean mejorar su relación y su eficacia al comunicarse o trabajar con el sexo opuesto.
Es importante tener claro que no se trata de un psicólogo, y que cuando habla de su esposa Bonnie, a quien agradece mucho y con la que descubrió muchas de las enseñanzas que predica en sus libros, estamos hablando de su segunda esposa, pues el señor es divorciado, lo que le debe haber dado experiencia valiosa de algún tipo, aunque hasta donde he leído no he visto que lo mencione.
Como fuera, el libro se basa en las eternas diferencias pero, sobre todo, dirige su atención a cómo superarlas sin cambiar al otro, esperando que haga sólo algunas pequeñas acciones que puedan impactar en la relación positivamente. Y lo que es más importante aún, anima al lector a comenzar el cambio por la disposición personal a hacer pequeñas cosas que con el tiempo generen ese cambio en su pareja. Esa visión me parece genial, porque mientras uno espera que sea el otro el que cambie primero para luego hacerlo uno mismo, se acaba la vida, se congela el centro de la Tierra y el día no llega.
Hay que hacer mención que Gray no se basa en un modelo de igualdad en el que ambos integrantes de la pareja tienen las mismas obligaciones y los mismos derechos, como se ve en las películas americanas en las que ambos hacen de todo y nada es un predio particular para alguno de los sexos, sino que, todo lo contrario, mira hacia aquellas parejas en las que, digan eso o lo opuesto, el hombre y la mujer no sólo son diferentes sino que se ocupan de diferentes cosas y adoptan actitudes diferentes ante los mismos hechos sin que aquello le llame la atención a nadie. Tal vez se refiera a un esquema muy conservador de género, pero, al menos en Latinoamérica, ésa es la realidad por más que se quiera decir algo diferente. Los hombres ocultan sus sentimientos, rehuyen hablar de sus problemas emocionales y cuando la mujer les cuenta los suyos le ofrecen una solución práctica para acabar con el problema. Cuando eso no resuelve las cosas o la mujer se enoja más aún, no entienden qué puede haber fallado.
Las mujeres por sus parte requieren proximidad humana, mucha charla de cómo se sienten y qué les preocupa o fastidia y tratan de hacerle la vida mejor a quien está a su lado, sea cocinándole, ayudándole en su trabajo o teniendo sexo cuando se lo pide aunque en ese momento tenga tantas ganas de hacerlo como de comer vidrio.
Aun el libro es muy sencillo de leer, puede resultar algo tedioso por momentos, pues es extremadamente explicativo, pero más allá del detalle, cuenta con historias y ejemplos muy cercanos y sencillos que nos ayudan a reconocernos a nosotros mismos en las situaciones que se muestran. Y vaya si nos vemos. En algunos momentos pareciera que el autor nos hubiera descubierto infraganti tan solo el día anterior cuando discutíamos con nuestra pareja…
Pasados los cincuenta sabemos bien lidiar con el otro, pero a veces resulta tan desgastante y está una tan aburrida de hacer tanto esfuerzo… Y es que enamorarse es maravilloso pero no es un estado que permanezca inalterable. Evoluciona y nosotros debemos evolucionar también. Mucho más cuando se vive con la pareja y elévelo al cubo si hay hijos, nietos, etc…
Justo cuando la lozanía de la juventud se va para no volver es importante reforzar las bases de nuestra relación en una convivencia sana y enriquecedora, que siga adelante no por rutina sino porque nos hace felices, y muchas veces el principal obstáculo está en lo que esperamos del otro. “Los hombres
esperan erróneamente que las mujeres piensen, se comuniquen y reaccionen en la forma en que lo hacen los hombres, las mujeres esperan erróneamente que los hombres sientan, se comuniquen y respondan en la forma en que lo hacen las mujeres. Hemos olvidado que se supone que hombres y mujeres son diferentes. Como resultado de ello, nuestras relaciones se llenan da fricciones y conflictos innecesarios. El hecho de reconocer y respetar con claridad dichas diferencias reduce drásticamente la confusión cuando uno trata con el sexo opuesto. Todo puede explicarse cuando uno recuerda que los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus”.
Aunque tengas más de 50 y tu relación no sea nueva sino que ya lleves muchos aniversarios, leer este libro puede darte ideas enriquecedoras para gozar de mayor tranquilidad y armonía, esas que ahora valoramos tanto o más que ayer. Y, por supuesto, que el provecho es más que doble, si la obra la leen los dos...
Aquí un pequeño extracto, para ver si te parece algo "familiar":
“Cuando un marciano se siente perturbado nunca habla de lo que le está molestando. Nunca haría que otro marciano cargara con su problema a menos que la asistencia de su amigo resultase necesaria para resolver el problema. Por el contrario, se torna muy silencioso y se mete en su cueva privada para pensar en su problema y meditar a fin de descubrir una solución. Cuando la encuentra, se siente mucho mejor y sale de su cueva.
Si no puede encontrar una solución, entonces hace algo para olvidar sus problemas, como por ejemplo leer las noticias o jugar a algo. Al liberar su mente de los problemas del día, puede relajarse gradualmente. Si su estrés es realmente grande procura involucrarse en algo aún más excitante como correr en su auto, competir en alguna prueba o treparse a una montaña. Para sentirse mejor, los marcianos se meten en sus cuevas para resolver sus problemas solos.
Cuando una venusina está alterada o tensa, a fin de sentirse aliviada busca alguien de su confianza y le habla en detalle acerca de los problemas del día. Cuando las venusinas comparten la sensación abrumadora, se sienten mejor. Así es la manera venusina. Para sentirse mejor, las venusinas se reúnen y hablan abiertamente de sus problemas. En Venus el hecho de compartir los problemas con otros es realmente considerado un signo de amor y confianza y no una carga. Las venusinas no sienten vergüenza de tener problemas. Sus egos no dependen de mostrarse “competentes” sino más bien de mantener relaciones afectuosas. Comparten abiertamente los sentimientos de pesadumbre, confusión, desesperanza y agotamiento. Una venusina se siente bien cuando tiene amigos afectuosos con quienes compartir sus sentimientos y sus problemas. Un marciano se siente bien cuando puede resolver sus problemas por su propia cuenta en su cueva. Estos secretos para sentirse bien siguen vigentes hoy en día”.
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